En las bodas, la vestimenta, tanto de la novia como del novio, siempre fue un elemento que ha despertado distintos tipos de creencias, algo que se está marcando notoriamente por lo valores socio-culturales, especialmente por la religión, de las estrellas de la ceremonia. El ejemplo más significativo es el vestido de novia… es que alrededor de él, se ha creado una gran mitología.
La imagen que tradicionalmente se tiene de un vestido de novia es la de uno con características muy fastuosas y de color blanco, algo que se origina de la boda de la famosa reina Victoria, en el año 1840, muy popular entre todas las damas de su época y de la actualidad.
Lo cierto es que anterior a la época victoriana, los vestidos de novia podían ser de cualquier color, excepto rojo, por ser una tonalidad relacionada con las prostitutas, y negro, por ser el color de luto. Luego de la época victoriana, el blanco quedó como el color definitivo para las bodas. Por ello, surgió esa creencia indisoluble de la novia vestida de blanco por ser pura, es decir, todo un símbolo relacionado con el blanco del vestido como una metáfora de la inocencia inmaculada que caracterizaba a la novia.
Pero no únicamente es importante el color en un vestido de novia. También existen otras creencias y otros elementos que se relacionan con esta mitología y que suman información de primera mano acerca de la condición de quien lo utiliza, como por ejemplo el tamaño del vestido de novia, que se relaciona con el estatus social y el poder (cuando más grande es el vestido, mayor es el estatus), o el velo, que según su antigüedad era símbolo del himen femenino.
Tampoco podemos olvidar las tradiciones tan populares como la de utilizar el día de la boda algo nuevo (símbolo de fe y esperanza en el futuro), algo viejo (alianza con el pasado), algo azul (símbolo de fidelidad) y algo prestado (la gran importancia de saber compartir en el matrimonio).
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