Paulina y Eduardo se conocieron en Australia, cuando ambos estudiaban un máster en la universidad de Queensland. Cuando Paulina llegó a la ciudad de Brisbane, a mediados de 2009, su prima se puso en contacto con Eduardo, que había llegado seis meses antes para estudiar inglés. Él la ayudó mucho durante el proceso de adaptación al nuevo país y a la nueva vida, pero cuando comenzaron las clases, algunas semanas después, él tuvo que trasladarse a vivir a otra ciudad, por lo que sólo se volvieron a encontrar un par de veces.
Se reunieron nuevamente al año siguiente en la biblioteca del campus donde estudiaba Paulina. Ella comenzaba su último semestre en Australia, alrededor de agosto de 2010, y las clases de Eduardo en el campus de Gatton ya habían acabado, por lo que sólo le quedaba terminar su tesis. Tras algunos viajes a Brisbane para verse, y argumentando “haber tenido problemas de convivencia con su compañera de casa en Gatton”, él decidió volver a vivir a la ciudad que lo había recibido en Australia.
Se pusieron a pololear en Septiembre de 2010 y volvieron juntos a Chile en marzo de 2011, tras un viaje idílico por Indonesia. Ambos comenzaros a trabajar en Santiago y al poco tiempo de cumplir un año de pololeo, él le pidió matrimonio y se fueros a vivir juntos. Se casaros en abril de 2012 en una boda íntima y cálida, para la cual viajaron desde el extranjero, el sur y el norte de Chile, sus familiares cercanos y varios de los amigos que conocieron en su paso por Australia. Ahora están felices esperando a Gaspar, su primer hijo.
El centro de eventos y la decoración
El matrimonio de esta pareja fue muy encantador. Se llevó a cabo en el centro de eventos Ko Eventos, ubicado en el Cajón del Maipo, pues querían una boda en medio de la naturaleza, que permitiera a los invitados desconectarse de la vida diaria en Santiago. La ceremonia fue al atardecer bajo un arco natural de manzanos y el cóctel también lo realizaron al aire libre. Los salones donde se llevó a cabo la cena, hechos de madera y vidrio, se fundían con el entorno natural del exterior.
En tanto, la decoración del lugar fue de estilo rústico, complementado con una iluminación en tonos violeta y arreglos florales silvestres y multicolores, que prepararon con la ayuda de las hermanas, mamá y tía de Paulina.
Además, el evento contó con un colorido y alegre cotillón que los novios seleccionaron y compraron en la calle Meiggs en Santiago. Escogieron un set especial de alitas de ángel y cintillos de plumas para ellos. Los cintillos con pensamientos los hicieron los mismos novios con alambre, cartulina blanca y plumones negros, una idea muy original y que dio un toque de exclusividad a su evento.
El vestido de novia y el traje del novio
Tras probarse muchos vestidos que le parecieron demasiado caros y aparatosos, Paulina se hizo la idea del “vestido soñado” y encargó su confección a la diseñadora Marysol Luarte.
Lo primero fue encontrar las telas: un macramé color marfil, descubierto por su mamá en Independencia (Santiago), del cual ella se enamoró a primera vista; y una seda liviana que serviría como base. Para lucirlo con sobriedad, pensaron en un vestido de novia corte sirena y sin cola, en el que la textura y diseño del encaje fueran los únicos protagonistas, y que además fuera en armonía con el entorno natural y sencillo que eligieron para la boda.
A Paulina le gustaron especialmente las mangas y la espalda descubierta. Marysol supo interpretar su idea del “vestido soñado” desde el primer momento y el resultado fue perfecto.
Para encontrar el traje del novio también recorrieron juntos muchas tiendas, buscando un calce y combinación de colores únicos. Así, escogieron un traje claro, que hizo juego con los tonos de su vestido y las luces de la tarde. El chaleco negro aportó la elegancia y encontraros una corbata y pañuelo en el mismo color violeta de algunas de las flores del ramo de novia.
El ramo de novia
El bouquet lo armó ella misma, con la ayuda de su mamá y sus hermanas, usando una variedad de flores en colores violeta, blanco y amarillo, que encontraros en el terminal de flores. El deseo era un ramo bien natural y colorido, con un toque silvestre, que se diferenciara de las clásicas rosas rojas o blancas apretadas en los bouquet de novias.
El fotógrafo
El fotógrafo de la boda fue Denis Adonis, un profesional que con su trabajo logró reflejar los momentos más íntimos y emotivos de esta linda celebración. Además sus tomas capturaron una infinidas de colores y luces que dejan ver el tono alegre de este matrimonio campestre.
Agradecemos a Paulina por contarnos con lujo de detalles su historia con Eduardo, y a ambos por decidir compartirla con Zankyou. También queremos agradecer al fotógrafo de bodas Denis Adonis, quien nos cedió estas maravillosas imágenes.
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