Adivinanza: ¿qué tienen en común Frida Kalho y Madonna, además de ser artistas y su gusto por el guacamole? Que ambas vivieron separadas de sus parejas durante sus matrimonios. Así es, de mutuo acuerdo la artista mexicana Frida Kahlo y el muralista Diego Rivera decidieron vivir en casas pareadas, unidas por un puente, y algo similar pusieron en práctica Madonna y el cineasta británico Guy Ritchie.
Relaciones modernas para la vida actual
Casos como estos desde hace un tiempo ya son todo un fenómeno en Estados Unidos y Europa, y se conocen como Living Apart Together (LAT), algo así como vivir juntos pero separados, o bien vivir juntos pero no revueltos. Como muestra, según un estudio en Estados Unidos se estima que cerca de 1,7 millones de parejas casadas viven en casas separadas, mientras que en Inglaterra cerca de 2,2 millones de personas aplican esta modalidad a sus relaciones. Y no es algo que solo pase en sociedades del primer mundo. A pesar de cargar con la chapa de países conservadores, en Latinoamérica y Chile el LAT es una forma de vida en pareja que se practica cada vez más.
¿A qué se debe esta nueva forma de vivir nuestras relaciones de pareja? ¿Qué hay de bueno y qué hay de malo en estos cambios culturales? ¿Es sano para las parejas vivir de esta forma o es consecuencia de una sociedad cada vez mas individualista y que rehuye de los compromisos?
Cambios sociales, mayor independencia y poder adquisitivo
En los últimos 50 años nuestras sociedades han cambiado y cómo es lógico, esto también afecta nuestras formas de vida en pareja. Según especialistas, como la escritora española Carmen Alborch, las personas que practican el Living Apart Together son mayores de 30 años, profesionales calificados y exitosos que disfrutan de un buen pasar económico y una vida social activa, gustan de los viajes, salidas a comer, al cine y al teatro, consumen todo tipo de nuevas tecnologías y en general disfrutan de su independencia.
Otro factor importante para el desarrollo de esta forma de vida en pareja, es el relativo a las mujeres que han ganado en los espacios sociales y laborales, disminuyendo desigualdades de género y dejando atrás costumbres más conservadoras. Buena parte de las mujeres de hoy cuentan con poder adquisitivo, son independientes y se han empoderado del quehacer de sus vidas, por lo tanto privilegian sus espacios y no cargan con peso social de depender de otras personas.
Vidas independientes en un proyecto común
La especialista en Género y Equidad venezolana Esther Pineda, describe esta tendencia como “una organización sexo-afectiva, monógama, de tipo estable y permanente, en la que por elección y convicción de la pareja no existe convivencia, en algunos casos pese a la tenencia de hijos en común”. Además señala que “aunque algunos sectores lo ven como una manera insana de afianzar la individualidad y tolerar poco los errores ajenos. Otros, lo interpretan como una flexibilización de la estructura social que da más libertad en las relaciones”.
Podría decirse que al hablar de LAT estamos hablando de una especie de soltería solapada, pero a pesar de vivir en casas separadas y llevar vidas independientes, de todas formas se genera un sentimiento de compromiso, donde el respeto mutuo, la confianza, la honestidad y la capacidad de acordar tiempos y espacios propios y comunes son fundamentales.
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Menos recetas y más autodeterminación
En definitiva, el romper esquemas no significa el hacer las cosas mal. Es bueno abrirse a otras opciones de convivencia y buscar que es lo qué nos hace mejor y más felices. Que un matrimonio esté obligado a vivir bajo el mismo techo porque así lo dictan las normas sociales puede volverse un problema o algo peor para la vida en pareja.
Tal como reflexionan las psicólogas Cristina Benchetrit y Mariela Muñiz en sus columnas del diario Clarín, lo importante es hacer uso de nuestra libertad de forma consciente y saber qué decisiones estamos tomando, para que el hecho de hacer vida en pareja en casas separadas, sea parte de un proyecto común y no una forma de esconder nuestro individualismo y miedo al compromiso.
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Más allá de las modas, esta nueva forma de relacionarse ha llegado para quedarse, como parte de toda una serie de cambios culturales que afectan nuestras formas de comportamiento y de socializar. Lo importante es construir un camino propio que nos lleve a la realización personal.
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