El genio de la astrofísica Stephen Hawking ha fallecido esta madrugada a los 76 años en su casa de Cambridge. El suceso ha causado un profundo dolor, no solo en el mundo de la ciencia, sino en el mundo en general, por lo que numerosas celebridades así como la opinión pública han expresado sus condolencias.
Stephen Hawking
Stephen Hawking padecía Esclerosis lateral amiotrófica (ELA) desde los 21 años, una enfermedad degenerativa, donde su lucha incansable ha sido todo un ejemplo, y es que hacía tiempo que el científico había superado todas las expectativas sobre su esperanza de vida. Sin embargo, esto no le ha frenado para conseguir ser reconocido como una de las mentes más brillantes y reconocidas en todo el mundo por sus innumerables aportaciones a la ciencia.
Lejos de compadecerse de sí mismo por su enfermedad, con la que fue perdiendo la capacidad motora poco a poco, y que lo dejó postrado en una silla de ruedas, Hawking siempre se reveló como una persona con gran sentido del humor. Reconocido en los últimos años por utilizar un sintetizador de voz que le sirvió para seguir aportando respuestas a algunas de las teorías científicas más complejas del siglo XX, y para seguir dando ejemplo con su inteligencia extraordinaria y su espíritu de lucha.
El amor todo lo puede
Pero al genio británico no solo lo conocemos por su trayectoria meteórica y sus innumerables aportaciones científicas, sino también por la vida apasionada que vivió junto con Jane Wilde, la mujer que le animó a seguir luchando y que se convirtió en su esposa y madre de sus tres hijos. Capítulo importante que pudimos conocer a través de la fantástica película protagonizada por Eddie Redmayne y Felicity Jones, La teoría del todo.
Hawking y Wilde se conocieron en su época universitaria de Cambridge mientras él estudiaba física, y ella filología hispánica. Se conocieron a través de un amigo común en una fiesta, y más tarde se casarían en 1965. Por desgracia, la enfermedad atacó muy pronto al matemático inglés, cuando justo comenzaba su relación con Jane. Incluso él trato de rechazarla para que ella no tuviera una vida sometida a causa de su enfermedad. Sin embargo, Jane quería a Stephen, y como el amor todo lo puede, no dejó acobardarse por la enfermedad y decidió seguir luchando por su amor y sacrificarse para dedicarse por completo a su esposo.
A pesar de que la familia de Hawking no estaba muy de acuerdo, pues solo veía dificultades por las características de esa terrible enfermedad, Jane consiguió convencerlos. Así que mientras el astrofísico se dedicaba a mantener a la familia con su trabajo, Jane se ocupaba de todo lo demás, además de la atención y cuidado por entero de Stpehen Hawking.
Adversidades y sacrificio
Tuvieron tres hijos durante su matrimonio y estuvieron casados hasta 1991. Un largo periplo vital que Jane Wilde Hawking narró en su libro Hacia el infinito. En esa autobiografía cuenta como tanto los padres de uno y otro les ayudaban constantemente, incluso el padre de Jane facilitó la vuelta de Stephen Hawking a la Universidad de Cambridge tras finalizar sus estudios.
La situación no era nada fácil, sino todo lo contrario, con el paso del tiempo se complicaba aún más. A pesar de ser un gran científico internacional, pues cuenta con numerosos premios, su enfermedad provocó que la familia sufriera algunos altibajos. Sobre todo, a partir de 1985, momento en el que el genio matemático tuvo severos problemas respiratorios que lo mantuvieron entre la vida y la muerte durante un tiempo.
Terceras personas
Como Hawking empezó a necesitar una completa atención durante 24 horas, empezaron a desfilar por la casa familiar numerosas enfermeras, que además de no dejarlo en ningún momento solo y estar encima de la familia siempre, lo adulaban todo el tiempo. Esto provocó que el científico comenzará a menospreciar a su propia familia y se convirtiera en una persona más arrogante. Por si eran pocos, casi al mismo tiempo, entró otro personaje en escena, Jonathan Jones, un músico de la iglesia local que empezó a mostrar interés por Jane, y el cual acabó casi viviendo con la pareja, las enfermas y sus hijos.
Toda esta gran locura generó el descontrol de la familia. Ahora a Jane le empezaban a flaquear las fuerzas para luchar, pues además parecía que todo el sacrificio, esfuerzo y dedicación que había hecho hasta el momento se quedaba en nada a ojos de su esposo, motivos que los llevaron a enfrentarse. La gota que colmó el vaso fue la irrupción de Elaine Mason, una de las enfermeras de Stephen, ya que dejó relegada a su esposa a un segundo plano. El genio británico le pediría el divorcio poco después
Ante tales acontecimientos, Stephen Hawking decidió casarse con Elaine Mason en 1995, mientras que Jane se quedó con Jonathan Jones. Pero la suerte en el amor no estuvo presente con la segunda esposa de Hawking, pues fue un amor con episodios turbulentos que terminó en divorcio once años después, tras denunciarla varios hijos de Hawking por malos tratos hacia su padre.
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Idas y venidas
Han sido a través de las películas como La teoría del todo o el libro autobiográfico Hasta el infinito, donde hemos conocido más profundamente la verdad y las sombras sobre la pareja y su relación, así como las frustraciones vividas sobre todo por Jane, quien a pesar de entregarse en cuerpo y alma con su sacrificio y esfuerzo al astrofísico inglés fue injustamente repudiada
Con el paso del tiempo, los enfrentamientos se fueron calmando, sobre todo después de los malos tratos que sufrió Stephen Hawking con su segunda esposa. A pesar de eso, Jane siempre se mantuvo a su lado, y vivieron una bonita historia de reconciliación cuando el físico se divorció de Mason. De esta manera, fortalecieron una hermosa amistad y Jane Wilde se convirtió de nuevo en los últimos años en su mayor apoyo.
Amor, dolor y sacrificio fueron los protagonistas de la historia de amor entre Stephen Hawking y Jane Wilde, que lucharon frente a todas las adversidades, y lograron a pesar de todo, mantener su apoyo y seguir luchando juntos. El célebre científico nos ha dejado, pero son incontables las cosas, tanto científicas como personales, que hemos aprendido gracias a él.
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