Quién iba a pensar que el tema del amor demandaría decenas de artículos, análisis e investigaciones que arrojaran luces y achicaran la brecha de dificultad –y hasta de crisis según algunos- que al parecer, van enfrentando cada día más las parejas en su intento de armar una relación. Así y todo, son muchos los que año con año, y de manera confiada y optimista, optan por dar la batalla y afianzar su unión dando el sí, jugándosela por un proyecto compartido, en especial si hay una pareja que piensa en disfrutar de una vida juntos y quiere organizar su matrimonio.
¿Pero qué sucede cuando ambas partes pertenecen a credos distintos, cuando participan en religiones, ritos y costumbres que incluso, pueden ser opuestos?
La credibilidad de antiguas frases de abuelita, como que “el amor todo lo puede”, se ponen a prueba en estas circunstancias, algunas con un final feliz y otras no tanto.
Sin duda el tema de las creencias tiende a poner en evidencia un asunto no menor, ya que en muchos aspectos envuelven elementos que son determinantes en el comportamiento de un individuo. Implica la observación de valores específicos, el regirse y ajustarse a una conducta en particular.
Por ejemplo, en el mundo musulmán, se observan ciertos protocolos con respecto al vestuario entre mujeres y hombres, que hacen relación a principios de respeto y moderación. Los judíos por su parte, rezan antes de ingerir alimentos y son muy cuidadosos de la limpieza. Los católicos se ajustarían a los 10 mandamientos que descuelgan una serie de preceptos o sacramentos, tales como la misa dominical, el bautizo y la comunión.
Y por lo mismo, ¿será posible compatibilizar una convivencia dado los muy ajustados ritos y formas de vida, que en muchos casos, pueden interponerse en la libre práctica del otro?
A decir verdad, y salvo para los casos más ortodoxos, el ejercicio de una creencia no debería ser un elemento que distorsione una relación. El mismo hecho de haber generado ese acercamiento, alimentado sentimientos por ese otro, ya es una prueba contundente de que los valores que cultivan, no son muy disimiles.
En el fondo, todo tipo de relación plantea un desafío personal; un reto constante que exige enfrentar juicios y costumbres ajenas, lo que resulta aún más extremo en parejas de distintas nacionalidades, en las birraciales o las de orígenes sociales dispares. Cualquiera de estos casos, implica saber lidiar con diferencias que yacen en el núcleo de la identidad de ese otro y al no definirse un acuerdo mutuo, peligra en generar discrepancias y crear una tensión en la pareja.
Si Ud. está viviendo el dilema sobre el pronóstico futuro en una relación de distintos credos, es importante se responda lo siguiente:
1. ¿Se reconoce personalmente como una persona que tiende a celebrar las diferencias y las interpreta como una oportunidad para ampliar sus horizontes?
2. ¿Tiende a ser una persona que evitar caer en descalificaciones o en juicios vehementes sobre cómo se debe vivir la vida?
3. ¿En la relación que está Ud. viviendo, se siente que otorga libertad al otro, y a su vez la recibe, de manera que cada uno pueda ejercer sus ritos y creencias, sin entrar a postergarlas, sin subordinarse?
4. ¿Han logrado dirimir mutuamente sobre los límites de sus prácticas de manera que, no intervengan e invadan su vida común?
5. ¿Han logrado un común acuerdo sobre las bases de educación de sus hijos, de manera que ambos puedan traspasar en ellos los principios que cada uno valora?
Si sus respuestas fueron positivas, le felicito, porque ha logrado una muy buena comunicación que los conducirá a un camino de crecimiento y respeto. Para el caso en que no tenga respuestas, no se desanime. Quizá sea el punto de partida para emprender la conversación necesaria desde la cual arrancar un tipo de relación más sólida. La oportunidad bendita de dejar atrás absurdos estigmas, juicios poco empáticos, y armar una vida desde la aceptación y la confianza. Sobre todo, la oportunidad de crecer como seres humanos, con una mirada más generosa, más transformadora y más plena.
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